Nadie quiere pensar en la muerte, es la mejor manera de defenderte de ella, pensar que es algo que te sucederá algún día, pero es algo muy lejano. Pero siempre está ahí. Todos los enfermos buscan una esperanza que sólo abandonan en el último momento, cuando al ser conscientes del final se entregan con libertad a la muerte.
La rabia por no haber conseguido aquello que anhelabas, la envidia hacía el otro que si lo ha obtenido, el buscar en el triunfador un espejo en el que verse representado y al que finalmente sustituyes para ocupar su sitio. ¿Quién no ha soñado alguna vez con ser el otro, ese amigo con éxito, el que estaba en la cumbre y no el perdedor en la sombra que eres? Todos hemos deseado alcanzar ese algo que tenía nuestro amigo y que no estaba a nuestro alcance. Y en un momento dado te das cuenta que el sufrimiento o la humillación son la principal sustancia de nuestra vida, el motor de tu existencia, ya no te resientes de la vida. Y esa vida por la que habías luchado se desvanece y en ese momento te das cuenta que o mantienes la farsa que es tu vida o tomas las riendas y das un cambio de rumbo a tu camino. El teorema de Gödel se basa en que ante toda respuesta que encontremos hallaremos una pregunta anterior, toda explicación requiere de una explicación anterior y así hasta el infinito, la duda sin fin. Nunca podremos encontrar una respuesta totalmente verdadera. Eso es la incertidumbre absoluta y cuando te enfrentas a ella el resultado puede ser cualquiera. La libertad de decisión frente al determinismo se enfrentan constantemente en nuestras mentes y en esta novela.
Pero a pesar de que todo esto nos lleve a pensar que esta novela es lúgubre, kafkiana, negra, es todo lo contrario, está llena de humor, un humor ácido, mordaz y muy ingenioso. Trata de multitud de temas de una manera sorprendente y con giros bruscos en la historia y por ello la considero una buena novela. He quedado muy gratamente satisfecho y sorprendido.
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