domingo, 30 de mayo de 2010

2081

De vez en cuando y por pura casualidad, uno se encuentra con joyitas que pasan prácticamente desapercibidas y ésta es una de ellas, o al menos a mi me lo parece. Ayer, mientras buscaba una película que pudiera estar por encima de los bodrios que hay en la cartelera últimamente vi este corto, dura apenas unos 25 min., basado en un relato de Kurt Vonnegut. Al ver esto se me encienderon las alarmas. ¿Una película basada en un relato de Vonnegut? Podría ser interesante pensé o un truño de cine independiente con una patina de pseudointelectualidad. Y me arriesgue. Leí Matadero 5 con unos 17-18 años, más o menos, tiene un cierto carácter autobiográfico, ya que toma el nombre de la fábrica en la que transcurrió su estancia como prisionero de guera durante el bombardeo de Dresde por parte de los aliados. Una obra inclasificable, surrealista y onírica, con muchísima mala baba que también fue llevada al cine y que aunque obtuvo el Premio del Jurado en Cannes en 1972, no es ni de cerca comparable a la novela. Unos pocos años más tarde fuí a casa de mi tío y me encontré que tenía otro libro de él, Pájaro de Celda y por cierto, nunca más se lo devolví. Trata sobre la ejecución de dos anarquistas, Sacco y Vanzetti, acusados de realizar un atentado, pero a su alrededor, como en todas las obras de Vonnegut hay muchas más subtramas, es en fin una satira del dinero, el poder y la Justicia en los USA.
2081 nos plantea la idea de que ocurriría en una sociedad futura si todos fuesemos iguales a la fuerza, pero esto no significa que seamos clones los unos de los otros, sino que cargando a los que pudieran destacar en algo con objetos que les hicieran imposible explotar ese potencial. Al ser inteligente le colocan unos cascos que emiten una fuerte señal para impedirle pensar o en el caso de una bailarina de ballet la hacen cargar con unas pesas para evitar que destaque por su agilidad. Los mismos argumentos y mensajes de todas las obras de Vonnegut quedan reflejados en esta breve pero magnífica obra. Disfrutadla.
Link para bajarla

domingo, 23 de mayo de 2010

Vals con Bashir y Notas al pie de Gaza

La memoria es cruel, pero la falta de ella lo puede ser más. El cerebro y su funcionamiento es un misterio que aún nos cuesta desentrañar. A veces ocurre que tras vivir situaciones muy traumáticas, estas son sepultadas y olvidadas para evitar revivirlas y eso es lo que le ocurre al director de la película de animación Aril Folman, a caballo entre la película antibélica y el documental, sacando lo mejor de todos ellas. Las películas de animación dejaron hace tiempo de ser un coto vedado para la infancia y la mayoría de las películas "infantiles" tienen guiños para los padres, algunos incluso subidos de tono (todos recordamos películas como Heavy Metal -de géneros fantástico y musical- o Fritz el gato -con un alto contenido sexual y violento-, creadas para un público adulto).
Pero esta película supera en mucho a otras que haya visto jamás. El tema del recuerdo ("La memoria es una cosa viva. Y si algún recuerdo se olvida la memoria rellena el hueco con cosas que nunca ocurrieron"), el sobreponerse al ver lo peor de lo que el hombre es capaz de hacer, pero como contraposición, al lado nos encontramos con la amistad, la amistad que se crea en esas duras circunstancias y los mecanismos de autoprotección posteriores que nos permiten seguir viviendo. Todo ello llevado con un dinamismo y una narración de los hechos excelente. Aquí queda demostrado que no es necesario mostrarnos un escenario lleno de explosiones, cuerpos descuartizados y rebosante de sangre para mostrarnos la dureza de la matanza de Sabra y Shatila y la falta de imágenes reales y tan directas no hacen que se nos quite el mal sabor de boca ni el nudo del estomago sino que a veces las animaciones y la perfecta conjunción con la música enriquecen el modo de contar la historia. Imprescindible.
Un caso similar es el de Joe Sacco, un periodista independiente que en lugar de contar sus historias de la manera tradicional del periodismo lo hace a través del dibujo, creando una nueva rama del periodismo. En esta ocasión se interna en la Franja de Gaza para contarnos a través de cientos de entrevistas a los supervivientes de la matanza producida en el campo de refugiados de Khan Younis, donde los soldados israelies mataron a 111 palestinos. De nuevo la memoria y como el paso del tiempo transforma lo ocurrido, quita y pone personas, lugares o hechos y aunque sean recientes al final es dificil desentrañar lo real de lo imaginado.
Sacco es un gran contador de historias pero no un muy buen dibujante (los rostros son todos muy similares), pero se basa en una perfecta documentación para contarnos su historia como ya hizo con la guerra de Bosnia (El final de la guerra) o en Gorazde: Zona protegida. Innegable deudor de Spiegelman (y de su obra maestra, Maus), es un buen contador de historias pero a veces con su idea de ampliar la historia con más detalles o testimonios difumina la esencia de la historia. Pero lo importante en ambas obras es la importancia de la memoria histórica, cosa que en nuestro país, como viene sucediendo ultimamente, se convierte en un debate más ideologizado, manipulador y sin sentido que histórico y responsable para evitar revivir los errores del pasado.

sábado, 22 de mayo de 2010

Making Contakt

Cuando voy a cualquier festival o concierto y creo que no soy el único, en lo único que pienso es en pasármelo a lo grande y disfrutar del momento, de los amigos, de la gente que me rodea y llegar a una comunión, a una mística que se logra al congregar a gente de diferente clases, de diferentes formas de pensar, de muy distintos gustos pero que en ese momento se aunan en un lugar para disfrutar de lo mismo: la música. Dejas fuera tus problemas y sólo quieres vivir el momento e intentar que algo de lo que ocurra en la noche la haga inolvidable. He estado muchas noches de fiesta, en muchos conciertos de todo tipo de música y en diferentes lugares y muchas veces me puse a pensar en que había detrás del espectáculo, detrás de las bambalinas, quienes habían construido aquel escenario, después de mucho esfuerzo, y que iba a ser devorado, arrasado en cuestión de unas horas el trabajo en algunos casos de días. El final de la noche, cuando ves como se vacía la sala y el destrozo que deja la masa detrás suyo a veces me deja una sensación de vació que me cuesta quitarme de encima.
Recuerdo una noche en Ibiza viendo una sesión de Ricardo Villalobos (¡Grandioso¡) en Cocoon. Salí de la sala para ir al baño y casi sin darme cuenta entré en la sala contigua donde había alrededor de 3.000 personas viendo a Ritchie Hawtin. Justo en el momento en que entraba en la sala la música explotó, todos los focos se encendieron, convirtiendo la noche en día e instantes después un potentísimo chorro de anhídrido carbónico (el Megatrón) salió del techo, haciendo que el intenso calor de la noche ibicenca disminuyera unos grados en la sala, pero a mi me hizo estremecer y un frío me recorrió de punta a punta mi cuerpo, y lo recuerdo y se me pone la piel de gallina aún. Rodeado de tanta gente, pero durante unos segundos sólo podía ver a los tres o cuatro que tenía más cerca mío, codo con codo, cuerpos sudorosos, caras sonrientes, flashes estroboscópicos de un instante. La soledad estando rodeando de tantísima gente y la plenitud unos instantes después al ver a toda la gente gritando y saltando al unísono, gente que no conocía y que hablaban idiomas que no entendía, pero que me abrazaban y besaban y brincaban conmigo como si fueramos inseparables. Y pasan esos momentos y ves que no es tu amigo sino un desconocido el que no te suelta y su sonrisa quimicamente adulterada y sus ojos ocultos en la noche por oscuras y gigantescas gafas de sol y sus mandibulas desencajadas y es entonces cuando notas la distancia y el calor es ahora frio y te vas, la magía duró unos segundos maravillosos. Es inexplicable, no hay palabras suficientes para contar lo que se siente en esos momentos. Recordaré esa noche el resto de mi vida y ese momento en concreto, las caras, los olores, la luz, el ambiente. Lo juro por mis hijas que es lo más grande que tengo.
He visto este documental y me doy cuenta ahora que muchos disfrutan del trabajo, duro, muy duro de otros sin darle demasiada importancia ni valorarlo lo suficiente. Y no es que la música minimal sea mi preferida (cada vez estoy más cansado de ciertas tendencias electrónicas y de algunos "artistillas" endiosados), pero el Hawtin se lo curra. ¡Vaya si se lo curra¡
Esto es real, mucho más que películas como Berlin Calling o La leyenda del DJ Frankie Wilde, sobre todo la primera no está nada mal.
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