sábado, 2 de agosto de 2008

Empieza Agosto

Vuelvo a Santander de finde. Cena en casa del primo a base de brochetacas, cava a cascoporro y volvemos a echarnos a las calles. Llegamos al Metropol y al decirnos que no tienen Absolut, al primo le entra un retortijón que nos tenemos que ir corriendo a su casa antes de que se vaya por las patas (¡Verídico¡). Otro 6:30 a.m. con final en el puerto de primera categoría de siempre, el Dragón. La fauna del garito, incomprensiblemente varía de un día para otro enormemente y sin motivo aparente, el fin de semana pasado nosotros íbamos acompañados por una representación del mundo gayer y había mucho sandwich mixto y una "jembras" del copón. Hoy la pluma se impone, hay mucha mamarracha suelta y hasta el ojete de pastillacas. Dios sabrá por qué.
El sábado aguanto a base de Xumadol, sesteando toda la tarde. ¡Ya llegaréis, cabrones¡ Eso es lo que tiene la cuarentena, que cuando llega, te lleva por delante y no hay marcha atrás. Pero orgulloso de estar aquí y aguantar como un valiente. Para cenar, el Hipódromo (por supuesto, invitados por parte del ala rica de la familia política, que uno no tiene el coño para farolillos, ni el bolsillo para sacar a Marta a cenar fuera de casa). Mucho superguay y mucha divina de la muerte, pero la cena ni fu ni fa. Hay que hacer una reivindicación de la cocina tradicional, que uno ya está un poco harto de la cocina de diseño y tal. La ración de chicha es inversamente proporcional al nombre del plato, cuanto más rimbombante y largo sea el nombre del plato, peor. Que te preguntan despues de cenar que quieres de postre y le contestas que otra de jamón ibérico, pero esta vez sin reducción al Pedro Ximénez, sino en taquitos y con pan de pueblo, del de hogaza. Reivindico el filete con patatas, el cordero asado y el pescado del día, las lentejas con chorizo y el cocido lebaniego. Y de postre arroz con leche o tarta de manzana de la casa, que uno es de barrio de toda la vida. Ruego a Dios para que resucite al Gran Maestro de la Grasa. Manolo, vuelve con nosotros, te echamos de menos. Ni Mardonals ni Buyerkin, nada como las hambuerguesotas del Manolo´s. Las lágrimas me impiden ver las estrellas. Y ahora a la cama.

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