viernes, 15 de agosto de 2008

Piscina vs. playa

Uno es de tierra adentro y prefiere el agua en vaso y a ser posible con un culín de Jack Daniels y unos hielos, por eso, que a mi los remojones veraniegos, ni fu ni fa. Pero después de un bañito en la piscina he tenido un "deja vu". Llegar a casa con ese olor a cloro piscinero me ha traido el recuerdo de esos días pasados en el franquista Parque Sindical (antes de que todos pudiéramos pasar nuestras vacaciones estivales en la costa levantina), en la piscina de San Miguel o en la piscina municipal del Lago de la Casa Campo. Íbamos toda la familia, una o dos veces al mes, que la cosa estaba muy jodía, con las tarteras, con la ensalada campera, la tortilla con pimientos y los filetes empanados y a escurrir los vasos de vino con Casera que alguno de los mayores de dejara olvidado de la mano de Dios. Todo un día remojado como los garbanzos, eso si, respetando las 2 horitas de la digestión, que si no las hostias que te caían por hacerte el listo eran de campeonato. Y sobre todo empezar a notar que la cosita se ponía tiesa viendo a la madre de tu mejor amiguito que tenia unas tetas como sandías y marcaba unos pezones como timbres de castillo,que uno siempre ha sido muy tetómano y diagnosticado por el médico de la Seguridad Social como tetófilo, enfermo de tetofilía, y yo inocente llegaba y le decía: por ahí detrás no te has dado crema y te vas a quemar, si quieres te echo... una mano. Que luego, llegada la noche recordabas en la cama esa escena y otras que te imaginabas mucho más tórridas y dejabas las sabanas más tiesas que echas de mármol. Para mi la playa era Benidorm en Agosto, llegar tras 12 h. de viaje (verídico, en un R-10, con mi prima que tenía meses y que regreso deshidratada después del viaje), levantarte a las 8 a.m. desayunar con tus siete primos, tus tios y algun adoptado que no tenías ni puta idea quien era pero que suponias que era algo de familia, todos ocupando el mismo espacio vital, aprovechandolo al maximo, y a correr para coger sitio lo antes posible en la playa, pero que luego te daba igual, por qué a las 12 salían los muertos vivientes y ponían su toalla encima de la tuya. Aguantando 42 grados a la sombra durante el día y por la noche a compartir la cama con tu primo, todo el día la piel estirada como el cuello de la Carmen Sevilla de tanta sal, por qué ¿para que te vas a duchar si vas a bajar luego a la playa? Lo único bueno eran los paseos por la orilla para ver a las extranjeras que hacían topless, para luego por la noche almidonar las sabanas, pero joder, tenía que esperar a que mi primo se durmiera para tocar la zambomba. Que no, que con estos recuerdos infantiles puedo decir... que el agua no es lo mío.

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